Un lugar muy peculiar
Alfonso Sánchez Ortega
El ambiente de una empresa familiar, por su
paternalismo y la contratación continua de familiares, amistades, vecinos,
paisanos y oportunidades de saldo, en muchos casos sin experiencia ni
preparación profesional. En algunas ocasiones, de haber experiencia, es escasa,
por lo que el hábitat es un buen caldo de cultivo que propicia a que la empresa
se vaya cargando de empleados convertidos en estómagos agradecidos por la
oportunidad recibida y en tantos y tantos casos, al menos asumida por los
interesados como inmerecida. Aunque siempre están los desagradecidos que miran
por encima del hombro a los demás, o los ciegos, mancos y cojos, que encima
piensan que son muy aptos y valiosos para desarrollar el trabajo que les ha
sido encomendado. Mucho mejor que los demás, que esos si que son incompetentes.
La dirección, más allá de contratar y formar
verdaderos profesionales, crean y mantienen en ebullición ese caldo, para
alojar incompetentes y no menos perjudiciales clases de personas, —incluidos muchos elementos
de la propia dirección—, que cada día con más escasos y obsoletos conocimientos
y capacidades —al contrario de lo que debería ser como crecer
por la experiencia— tienen que aprender a mantenerse y a
sobrevivir, de la forma que pueden y saben, porque realmente no saben hacer
crecer su experiencia, quedando atrapados todos por el velo del tiempo, que sin
apreciarlo por ellos mismos, les va cayendo encima, erosionando poco a poco lo
que la fortuna les brindó.
La fermentación que allí dentro se produce, sin saber evitar los hábitos
negativos y contaminantes que se van creando dentro de la empresa, como si se
tratara de un virus activo, que va haciendo de la empresa un ente espesamente
lento e incompetente, incapaz de reaccionar para buscar y menos aún encontrar,
nuevos negocios que les produzcan alientos de aire no viciado en el día a día,
que les permita estar preparados cuando el término de su habitual negocio fortuitamente
cautivo, cambie de rumbo y se desmorone, mucho más aprisa de lo que costó
levantarlo.
...
En este caso, aunque de momento nada dijo, el Director General se oponía a todo y era la mayor resistencia para el proceso de cambio. Él lo sabía perfectamente. Pretendía que las cosas allí cambiasen, pero permaneciendo él al margen. Pero eso era imposible, porque si el aire nuevo de cambio no parte de él, como máxima representación ejecutiva de la empresa, no se podrá seguir refrescando la organización hacia adelante. No quería una Definición de Objetivos para él, por lo que se le terminaron los argumentos para poderlos exigir a los restantes Directivos.
Un lugar muy peculiar
Alfonso Sánchez Ortega
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor deja tu comentario bajo cada entrada de texto.
Me servirá para los siguientes escritos.
Muy agradecido por tu opinión.