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martes, 4 de septiembre de 2012


IRIS

Alfonso Sánchez Ortega

Somos muchos seres humanos viviendo en la Tierra, ahora ya más de 7.000 millones de personas que formamos nuestra civilización, y seguimos creciendo muy deprisa, y dando guerra, como no, si nos empeñamos en vivir todos juntos, abarrotando ciertas zonas, precisamente para estar juntos. Pero aún sigue habiendo producción de cereales suficiente para todos. No nos engañemos, no hay ningún problema en esto. No hay escasez de alimentos. Lo que sí hay es escasez de dinero para comprarlos. En países como Somalia, por fijarnos en algún sitio concreto, donde nuestros barcos van a por el pescado y dejamos a sus habitantes sin él. Donde una familia dedica el 75% de sus ingresos para poder comprar y comer cereales. Pero si los cereales se utilizan en nuestro mundo “civilizado” para la bioenergía —elegante expresión que significa quemarlos porque son baratos para producir energía barata, alternativa al petróleo—, o para fabricar biodiesel, mucho más barato también que el petróleo para los motores. Todo ello siempre a costa de quemar los cereales, para aprovechar su energía barata. Entonces sube el 50% su valor en unos pocos meses. La familia de Somalia, ya no puede comprar cereales para subsistir. Mueren por inanición, eso sí, los niños y las mujeres primero.
No solamente sucede esto en Somalia. Nos debemos informar bien, de la cantidad tan asombrosa de lugares en nuestra Tierra, donde estos hechos suceden de forma implacable y continua. Más cerca de lo que parece. Muchos más lugares de los que somos capaces de imaginar. Aunque nos duela tener que reconocerlo.
Los laboratorios farmacéuticos han estado experimentando sus nuevos productos en África. No he descubierto nada nuevo. Eso lo conoce ya todo el mundo. Aunque seguramente aún lo siguen haciendo. La Tierra es tan grande, somos tantos habitantes, se trata de lugares lejanos con pocos controles y es tan barato hacerlo… El petróleo es nuestra fuente principal de energía. No tendría por qué serlo en tan enorme necesidad, pero hay demasiados intereses creados en las grandes empresas y en los gobiernos de todo el mundo, que boicotean la energía solar térmica y otras alternativas de energía, que no haría falta destruirlas, como el aire, el agua y el hidrógeno, para obligarnos a seguir dependiendo del petróleo lo más posible. La industria de los crudos ya está en marcha y es muy rentable… aunque estemos destruyendo nuestro planeta. Todos sabemos de qué estamos hablando y sin embargo seguimos mirando también hacia otro lado. Los hombres, tan ridículos, tan absurdos, tan egocéntricos, tan soberbios. Tan necios e hipócritas. Y pese a todo… tan insignificantes y diminutos.


Y nosotros vivimos tranquilamente, consumiendo lo que podemos y lo que no, dando la espalda en nuestra distracción al hecho de que el impacto de un asteroide en cualquier momento, bastante probable por cierto, nos supone un riesgo tan alto que puede poner patas arriba nuestras vidas en un instante. O un simple infarto, mucho más frecuente de lo que nos gustaría, nos convierte de un mal soplo, en unos puñados de polvo. ¿De qué nos servirá entonces acaparar bienes y escamotear los beneficios?
Los humanos pueden cometer fallos. No somos perfectos. Hay que comprender su ineptitud y su torpeza. Hay que perdonar nuestros errores. ¿Quién perdonaría a la Tierra si solamente un instante le diese por fallar y pararse de dar vueltas?
Nos guste o no, cada uno de todos los seres humanos de este planeta estamos afectados y vinculados a nuestros semejantes, a las plantas y a los animales de la Tierra. Queramos o no, nuestras vidas están entrelazadas formando un tejido único.
Una red exclusiva y globalizada: la vida en la Tierra. Toda nuestra vida es Química. Y nos sujeta en pie la Física. Las Matemáticas definen y justifican a las dos en sus normas.
La Química y la Física, no cometen errores. Y no son arrogantes como los hombres lo somos. Con lo majestuoso que es nuestro hábitat y lo pequeños que somos nosotros ¿de dónde habremos aprendido a ser tan altivos y cretinos?
La Tierra tiene una existencia de unos 4.500 millones de años, desde que ya quedó formada con aspecto de bola compacta. Eso estimamos al menos. Pero los fósiles de organismos vivos más antiguos que hemos encontrado, tienen a lo sumo unos 3.000 millones de años, lo que más o menos así nos gusta considerar, una vez que las condiciones catastróficas de la Tierra, permitieron estabilizarse las cosas y acoger los medios suficientes para el surgimiento de la vida. Esta civilización nuestra, los antecedentes del hombre de nuestros días, según hemos llegado a reconstruir y conjeturar como resultado de nuestras propias investigaciones, el hombre, como a nosotros nos gusta decir, lleva en la Tierra no más de un millón de años. Sólo 1 millón, de los 4.500 millones de existencia de la Tierra. Pensemos bien en esta diferencia de tiempo.
No obstante, el “homo sapiens” tal y como lo consideramos en su condición de sapiens, como consciente de sí mismo, solamente se cree que tiene una duración en el tiempo de 175.000 años. Algo insignificante en comparación con la existencia de la Tierra. Ah, pero nosotros ya nos lo sabemos todo. Nos ha dado tiempo para aprender todo y encima especular con el principio de los tiempos. Entonces… ¿quiénes nos creemos que somos? ¿De dónde sale nuestra arrogancia?
Tantos años existiendo con consciencia de nosotros mismos y naturalmente también de nuestros semejantes, y hasta hace tan sólo 63 años, no hemos sido capaces de escribir y aprobar una Declaración de Derechos Humanos… que, eso sí, aún hoy en día sigue sin respetarse.
Al menos fuimos capaces de escribir nuestros derechos, los derechos de todos nosotros, después de un montón de miles de años, desde que somos conscientes de nuestra propia existencia y apreciamos a nuestros semejantes y nuestro propio bienestar. Pues aún hoy, todavía cuesta a los hombres admitir que todos pertenecemos a la misma especie, y por tanto lo de conceder realmente los mismos derechos a todos los humanos, debe ser muy difícil, muy difícil, porque después de todos esos miles de años, desde que somos conscientes de nosotros mismos, seguimos sin respetarlos.
Ahora que ya somos más de 7.000 millones de humanos en esta nuestra vida, o más preciso, en esta nuestra civilización, ya tendría que haber llegado la hora de que el respeto entre nosotros, fuese una realidad. Llevamos 175.000 años siendo conscientes de nosotros y de las cosas que nos producen bienestar y placer. Parece que ya desde hace mucho tiempo, estamos todos de acuerdo en que los dos primeros conceptos de los derechos del hombre son libertad e independencia. Por lo menos todos lo decimos creer así… aunque quizá no todos asumen que eso es para todos, no sólo para algunos. Porque, aún están por respetarse y aplicarse. Lejos de hacerlo, cada vez es más consistente la “agnotología”, la ciencia que estudia las causas y la propagación de la ignorancia. ¡Cómo suena! Aunque no sea fácil de creer, la ignorancia, la información por defecto, o por exceso, la ciencia basura... esto es, la manera como se manipulan la ciencia y la información que se transmite.
Esto se da por llamar desinformación o dicho de otra manera, crear confusión y barullo, para desorientar a muchos humanos, los más posibles. No vaya a ser que todos los humanos nos hagamos listos. Según algunos representantes de nuestra propia especie, solamente puede haber algunos listos, y ellos mismos, se llaman manipuladores. Un grupo de élite. Aún no llevan tatuajes con números, ni en la cara ni en los brazos, pero algún día los llevarán, para que sean fáciles de reconocer, en cualquier lugar en el que se encuentren, para que los demás les veamos venir y podamos prestar mucha atención antes de que comiencen sus actividades de crear confusión e ignorancia entre todos y nuestras vidas.
Esta manipulación, con fines económicos, políticos, e incluso ideológicos, según intereses de sectores como, las industrias, las financieras, las políticas o las religiones. Curiosamente hoy en día se dice que empezaron estas maquiavélicas ideas las industrias del tabaco y pese a todo el daño que han hecho aún siguen vivas y desde luego vendiendo malos humos. Pero lo cierto es que el arte de engañar y mantener en la ignorancia o fuera de la verdad a los humanos, ya lo aprendieron a hacer los manipuladores hace muchos siglos. Y con diferentes fines, lo vienen haciendo desde entonces.
Ya de antiguo, eran los libros y las leyendas populares diseminadas, eran las formas de propagar la ignorancia y la desinformación. Actualmente las vías utilizadas para poner todo esto en funcionamiento son los medios de comunicación y la publicidad, quienes deben también asumir su responsabilidad de ganarse la vida expandiendo la ignorancia, el desconcierto, el revoltijo, la mentira y el enredo. Todo ello generado y pagado por los sectores más interesados en ello. ¿Es mucho mejor emplear todo nuestro conocimiento y nuestros recursos de bienestar en definir “estrategias de confusión”? La verdad no interesa propagarla. No interesa que se conozca. No llama la atención. No nos sentimos atraídos por buscar la verdad. Esa no es la moda. La moda es decir lo que la gente, en su confusión, quiere escuchar.
La fabricación y expansión de la ignorancia son fenómenos desgraciadamente demasiado frecuentes, cotidianos, acostumbrados, escuchados, seguidos. Y hay toda una inmensa industria afanada en su creación y en su propagación, y sigue en crecimiento. Porque interesa mucho y cada vez más, distraer la atención, mientras se producen otro tipo de situaciones que no pueden ser sacadas a la luz y que desde luego hay que proteger escondidas. Así de duro, así de fácil y así de cierto.
Vamos a describir un claro ejemplo de esto que estamos comentando. Testigo de ello es la Historia.
¿Desde cuándo crees, que la humanidad sabe que la Tierra es redonda?
No sé si tú, el lector de estas páginas sabrías responder con más o menos exactitud. Quizá seas un gran conocedor de la respuesta a esta pregunta, o tal vez seas una persona normal de la gran mayoría de gentes en todo nuestro mundo, que tienen los conocimientos correspondientes como para responder que seguramente la redondez de la Tierra, se conoce desde hace tan solo unos trescientos o cuatrocientos años.
Un escrito descubierto hace ya mucho tiempo en la India, nada menos que del siglo XX antes de Cristo, perfectamente comprobable, llamado Surya Siddhanta, incluye un poema que se llama “Circundando la Tierra” y en el que se da ya por hecho, la redondez de nuestro planeta. Es un sencillo escrito de poemas y no tiene nada de escrito científico.
Otro poema épico de Etana que se estima ser del siglo XXVII, recoge simplemente tradiciones sumerias, la Morada Oculta egipcia del siglo XV a.C. y el Libro de Enoch hebreo del siglo II, son escrituras que describen la redondez de la Tierra, y la sitúan flotando en un espacio exterior.
Heráclito, Zenón, Pitágoras, Eratóstenes —quien ya calculó asombrosamente aproximado el radio de la Tierra en el siglo III a.C.—, Heráclites, Filolao, Aristarco, Tales de Mileto, Ptolomeo, Apolonio de Pérgamo, Hiparco, por poner algunos ejemplos, ya daban todos ellos por hecho la redondez de la Tierra, varios siglos antes del nacimiento de Cristo.
Platón, Aristóteles, Eudoxo —quien ya en el siglo VI a.C., diseñó un primer Sistema Solar, explicando los movimientos de la Tierra, la Luna y los planetas, y ya descubriendo que la Tierra, en su movimiento alrededor del Sol, no sólo tarda cada año 365 días, sino 6 horas más—, Alejandro el Magno y Piteas, manejaban el concepto de la redondez de la Tierra, como algo de uso corriente y sin necesidad de demostrar ya nada, porque ya estaba ampliamente demostrado.
Todos los científicos de acuerdo, fueron asumiendo como un hecho real e irrefutable desde antiguo, estos conceptos de consecuentes conocimientos sobre nuestro planeta Tierra. Fueron necesarios más de dos mil quinientos años, para definir, estudiar y desarrollar teorías que fueron llevando a hechos demostrados. Pero en nada de tiempo, todo esto fue perseguido y manipulado a partir del siglo V d.C.
El Imperio Romano no aportó nada nuevo a la Ciencia y menos a la Astronomía, ampliamente estudiada por los griegos y los egipcios. Pero hay que reconocer que los romanos, por su capacidad práctica y utilización de una avanzada tecnología, además de sus dotes para la organización político-económica, les hicieron acoger, resumir y utilizar todo el conocimiento acumulado de los pueblos conocidos en Occidente, sobre todo desde Grecia y Egipto, para emplearlos y difundirlos por todas partes en toda su dimensión, tanto en su obra cotidiana como su expansión por todos los lugares entonces conocidos.
Cuando los abundantes y envidiosos bárbaros, tanto del exterior como del interior del Imperio Romano, lo hicieron desaparecer, rondaban ya los años correspondientes al siglo V d.C., y todos los conocimientos atesorados hasta entonces fueron de forma brusca considerados como brujerías, conducido ello por el predominio cristiano que obsesionados sin ninguna necesidad, por hacer prevalecer los fundamentos bíblicos, hicieron palidecer hasta apagar, todas las luces del saber guardado y atesorado, denominando como herejías y manifestaciones diabólicas, todo lo que no estuviera incluido en el Antiguo Testamento y en seleccionados y convenientes Evangelios, que fueron elegidos como los textos de máxima sabiduría, anulando y rechazando todos los demás textos hasta entonces, como vulgares invenciones y engañosas corruptelas.
Fueron cerrados y quemados la Academia, el Liceo y todo rastro que pudiera acercar a Universidades y Lugares del Saber, para destruir todos sus contenidos y perseguir, torturar y matar a todos los profesores y máximos poseedores del conocimiento hasta esas fechas.
Porque todo el conocimiento acumulado desde antiguo, los religiosos pensaron de súbito que desmerecía la labor redentora de Cristo a nivel cósmico y además contradecía a todos los profetas, todo ello sin ninguna necesidad y sin ninguna explicación lógica, como hemos visto a través del tiempo, por lo que quizá aquella gente sabría mucho de lo que fuera, pero nada de Ciencia y menos aún de Astronomía, lo que les ha revestido en el tiempo, de una actitud torpe y pobre.
Y a partir del siglo V d.C., nos vino a la Humanidad la época oscura, violenta, tortuosa y vergonzante de la Edad Media, sobre todo con respecto a lo que el saber y el conocimiento se refieren, introduciendo el miedo y el terror, como argumentos para la fe.
Y nos vino ese repentino, absurdo y atolondrado periodo de letargo, en el que el conocimiento de la Humanidad, fue prohibido, desterrado y acomodado a las imposiciones irreflexivas de la Iglesia, que gobernaba el mundo civilizado en todas sus facetas, a lo que se unieron, como no cabía otra forma de esperar, los artistas de la manipulación, seres acomodados con todo ello para convertir en ignorantes a los demás, para el beneficio propio. Y consiguieron que todo el mundo civilizado volviese de nuevo a ser ignorante, momificando los conocimientos anteriores.
Durante varios siglos, se escribieron nuevos libros considerados como los textos impuestos e ineludibles del nuevo saber humano. Así, Esteban de Bizancio escribe en los años 600 d.C. su Diccionario Geográfico, lleno de supersticiones, malos augurios y errores, realmente digno de mentes infantiles. Cosmas Indopieustes en los comienzos de los años 700 d.C., escribió nada menos que doce libros, llamados Topografía Cristiana del Universo, en los que se vuelve a afirmar repetidamente que la Tierra es plana. Teodosio y Justiniano, crean sus respectivos Códigos, en los que ponen fuera de la ley todos los libros y maestros que promulgasen que la Tierra era redonda.
En la Biblioteca de Turín, todavía en la actualidad, se conserva el mapa de San Galo, dibujado ya en los años 800 d.C., y donde se representa absurdamente nuestro planeta Tierra como una masa plana, situada en el centro del Universo, lo que ya llevaba muchos siglos considerado como hecho incierto.
El mismo Carlomagno, ya en el siglo VIII, para su descrédito y seguramente dejándose engañar, mandó fabricar tres mesas de plata. Una con el plano de Roma. Otra con el plano de la entonces Constantinopla. Y la tercera con la representación de la Tierra en una forma de disco plano.
Ya entrados en los años del siglo XVI, tras más de mil años de engaños y ocultaciones, el concepto de redondez de la Tierra volvió a ser admitido por la ciencia de entonces, sobre todo cuando el desgraciado Magallanes inició la vuelta a nuestro planeta, desde España hasta su descubrimiento de Filipinas, donde murió, y Juan Sebastián Elcano, terminó la circunnavegación de la Tierra. Aunque por supuesto contando con la continua y eterna oposición de la Iglesia, que aún, actualmente hoy en día, todavía no han aceptado de manera oficial, la realidad física e histórica de todos los hechos sucedidos y de todos los desgraciados errores cometidos. Todavía no se ha aceptado de manera oficial, ni siquiera la redondez de la Tierra y que nuestro planeta no es a claras luces, el centro del Universo.
Primero Copérnico y después Galileo, ya llegados al siglo XVII, fueron perseguidos por la Iglesia en sus afirmaciones y demostraciones, sobre la redondez y desplazamiento de la Tierra y pasar a ser debidamente considerada por la Ciencia, de nuevo, como un elemento más y por cierto ínfimamente pequeño, dentro del Universo.
Los humanos, ciudadanos de todos los países de nuestro planeta, algo tendremos que hacer de una vez por todas, para frenar tantos desmanes de los manipuladores de nuestra existencia y de nuestra historia, mientras ellos, exclusivamente a nuestra costa, viven muy bien, demasiado bien, para el escaso esfuerzo que hacen por los demás. Desgraciadamente, el binomio religión-negocio, es ya de sobra conocido.




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