IRIS
Alfonso Sánchez Ortega
Somos muchos seres humanos
viviendo en la Tierra, ahora ya más de 7.000 millones de personas que formamos
nuestra civilización, y seguimos creciendo muy deprisa, y dando guerra, como
no, si nos empeñamos en vivir todos juntos, abarrotando ciertas zonas,
precisamente para estar juntos. Pero aún sigue habiendo producción de cereales
suficiente para todos. No nos engañemos, no hay ningún problema en esto. No hay
escasez de alimentos. Lo que sí hay es escasez de dinero para comprarlos. En
países como Somalia, por fijarnos en algún sitio concreto, donde nuestros
barcos van a por el pescado y dejamos a sus habitantes sin él. Donde una
familia dedica el 75% de sus ingresos para poder comprar y comer cereales. Pero
si los cereales se utilizan en nuestro mundo “civilizado” para la bioenergía
—elegante expresión que significa quemarlos porque son baratos para producir
energía barata, alternativa al petróleo—, o para fabricar biodiesel, mucho más
barato también que el petróleo para los motores. Todo ello siempre a costa de
quemar los cereales, para aprovechar su energía barata. Entonces sube el 50% su
valor en unos pocos meses. La familia de Somalia, ya no puede comprar cereales
para subsistir. Mueren por inanición, eso sí, los niños y las mujeres primero.
No solamente sucede esto en
Somalia. Nos debemos informar bien, de la cantidad tan asombrosa de lugares en
nuestra Tierra, donde estos hechos suceden de forma implacable y continua. Más
cerca de lo que parece. Muchos más lugares de los que somos capaces de
imaginar. Aunque nos duela tener que reconocerlo.
Los laboratorios farmacéuticos
han estado experimentando sus nuevos productos en África. No he descubierto
nada nuevo. Eso lo conoce ya todo el mundo. Aunque seguramente aún lo siguen
haciendo. La Tierra es tan grande, somos tantos habitantes, se trata de lugares
lejanos con pocos controles y es tan barato hacerlo… El petróleo es nuestra
fuente principal de energía. No tendría por qué serlo en tan enorme necesidad,
pero hay demasiados intereses creados en las grandes empresas y en los
gobiernos de todo el mundo, que boicotean la energía solar térmica y otras
alternativas de energía, que no haría falta destruirlas, como el aire, el agua
y el hidrógeno, para obligarnos a seguir dependiendo del petróleo lo más
posible. La industria de los crudos ya está en marcha y es muy rentable… aunque
estemos destruyendo nuestro planeta. Todos sabemos de qué estamos hablando y
sin embargo seguimos mirando también hacia otro lado. Los hombres, tan
ridículos, tan absurdos, tan egocéntricos, tan soberbios. Tan necios e
hipócritas. Y pese a todo… tan insignificantes y diminutos.
Y nosotros vivimos
tranquilamente, consumiendo lo que podemos y lo que no, dando la espalda en
nuestra distracción al hecho de que el impacto de un asteroide en cualquier
momento, bastante probable por cierto, nos supone un riesgo tan alto que puede
poner patas arriba nuestras vidas en un instante. O un simple infarto, mucho más
frecuente de lo que nos gustaría, nos convierte de un mal soplo, en unos
puñados de polvo. ¿De qué nos servirá entonces acaparar bienes y escamotear los
beneficios?
Los humanos pueden cometer
fallos. No somos perfectos. Hay que comprender su ineptitud y su torpeza. Hay
que perdonar nuestros errores. ¿Quién perdonaría a la Tierra si solamente un
instante le diese por fallar y pararse de dar vueltas?
Nos guste o no, cada uno de
todos los seres humanos de este planeta estamos afectados y vinculados a
nuestros semejantes, a las plantas y a los animales de la Tierra. Queramos o
no, nuestras vidas están entrelazadas formando un tejido único.
Una red exclusiva y
globalizada: la vida en la Tierra. Toda nuestra vida es Química. Y nos sujeta en
pie la Física. Las Matemáticas definen y justifican a las dos en sus normas.
La Química y la Física, no
cometen errores. Y no son arrogantes como los hombres lo somos. Con lo
majestuoso que es nuestro hábitat y lo pequeños que somos nosotros ¿de dónde
habremos aprendido a ser tan altivos y cretinos?
La Tierra tiene una existencia
de unos 4.500 millones de años, desde que ya quedó formada con aspecto de bola
compacta. Eso estimamos al menos. Pero los fósiles de organismos vivos más
antiguos que hemos encontrado, tienen a lo sumo unos 3.000 millones de años, lo
que más o menos así nos gusta considerar, una vez que las condiciones
catastróficas de la Tierra, permitieron estabilizarse las cosas y acoger los
medios suficientes para el surgimiento de la vida. Esta civilización nuestra,
los antecedentes del hombre de nuestros días, según hemos llegado a reconstruir
y conjeturar como resultado de nuestras propias investigaciones, el hombre,
como a nosotros nos gusta decir, lleva en la Tierra no más de un millón de
años. Sólo 1 millón, de los 4.500 millones de existencia de la Tierra. Pensemos
bien en esta diferencia de tiempo.
No obstante, el “homo sapiens”
tal y como lo consideramos en su condición de sapiens, como consciente
de sí mismo, solamente se cree que tiene una duración en el tiempo de 175.000
años. Algo insignificante en comparación con la existencia de la Tierra. Ah,
pero nosotros ya nos lo sabemos todo. Nos ha dado tiempo para aprender todo y
encima especular con el principio de los tiempos. Entonces… ¿quiénes nos
creemos que somos? ¿De dónde sale nuestra arrogancia?
Tantos años existiendo con
consciencia de nosotros mismos y naturalmente también de nuestros semejantes, y
hasta hace tan sólo 63 años, no hemos sido capaces de escribir y aprobar una
Declaración de Derechos Humanos… que, eso sí, aún hoy en día sigue sin
respetarse.
Al menos fuimos capaces de
escribir nuestros derechos, los derechos de todos nosotros, después de un
montón de miles de años, desde que somos conscientes de nuestra propia
existencia y apreciamos a nuestros semejantes y nuestro propio bienestar. Pues aún
hoy, todavía cuesta a los hombres admitir que todos pertenecemos a la misma
especie, y por tanto lo de conceder realmente los mismos derechos a todos los
humanos, debe ser muy difícil, muy difícil, porque después de todos esos miles
de años, desde que somos conscientes de nosotros mismos, seguimos sin
respetarlos.
Ahora que ya somos más de 7.000
millones de humanos en esta nuestra vida, o más preciso, en esta nuestra
civilización, ya tendría que haber llegado la hora de que el respeto entre
nosotros, fuese una realidad. Llevamos 175.000 años siendo conscientes de
nosotros y de las cosas que nos producen bienestar y placer. Parece que ya
desde hace mucho tiempo, estamos todos de acuerdo en que los dos primeros
conceptos de los derechos del hombre son libertad
e independencia. Por lo menos todos
lo decimos creer así… aunque quizá no todos asumen que eso es para todos, no
sólo para algunos. Porque, aún están por respetarse y aplicarse. Lejos de
hacerlo, cada vez es más consistente la “agnotología”, la ciencia que estudia las
causas y la propagación de la ignorancia. ¡Cómo suena! Aunque no sea fácil de
creer, la ignorancia, la información por defecto, o por exceso, la ciencia
basura... esto es, la manera como se manipulan la ciencia y la información que
se transmite.
Esto se da por llamar
desinformación o dicho de otra manera, crear confusión y barullo, para
desorientar a muchos humanos, los más posibles. No vaya a ser que todos los
humanos nos hagamos listos. Según algunos representantes de nuestra propia
especie, solamente puede haber algunos listos, y ellos mismos, se llaman
manipuladores. Un grupo de élite. Aún no llevan tatuajes con números, ni en la
cara ni en los brazos, pero algún día los llevarán, para que sean fáciles de
reconocer, en cualquier lugar en el que se encuentren, para que los demás les
veamos venir y podamos prestar mucha atención antes de que comiencen sus
actividades de crear confusión e ignorancia entre todos y nuestras vidas.
Esta manipulación, con fines
económicos, políticos, e incluso ideológicos, según intereses de sectores como,
las industrias, las financieras, las políticas o las religiones. Curiosamente hoy
en día se dice que empezaron estas maquiavélicas ideas las industrias del tabaco
y pese a todo el daño que han hecho aún siguen vivas y desde luego vendiendo
malos humos. Pero lo cierto es que el arte de engañar y mantener en la
ignorancia o fuera de la verdad a los humanos, ya lo aprendieron a hacer los
manipuladores hace muchos siglos. Y con diferentes fines, lo vienen haciendo
desde entonces.
Ya de antiguo, eran los libros
y las leyendas populares diseminadas, eran las formas de propagar la ignorancia
y la desinformación. Actualmente las vías utilizadas para poner todo esto en
funcionamiento son los medios de comunicación y la publicidad, quienes deben
también asumir su responsabilidad de ganarse la vida expandiendo la ignorancia,
el desconcierto, el revoltijo, la mentira y el enredo. Todo ello generado y pagado por los sectores más
interesados en ello. ¿Es mucho mejor emplear todo nuestro conocimiento y
nuestros recursos de bienestar en definir “estrategias de confusión”? La verdad
no interesa propagarla. No interesa que se conozca. No llama la atención. No
nos sentimos atraídos por buscar la verdad. Esa no es la moda. La moda es decir
lo que la gente, en su confusión, quiere escuchar.
La
fabricación y expansión de la ignorancia son fenómenos desgraciadamente
demasiado frecuentes, cotidianos, acostumbrados, escuchados, seguidos. Y hay
toda una inmensa industria afanada en su creación y en su propagación, y sigue
en crecimiento. Porque interesa mucho y cada vez más, distraer la atención,
mientras se producen otro tipo de situaciones que no pueden ser sacadas a la
luz y que desde luego hay que proteger escondidas. Así de duro, así de fácil y
así de cierto.
Vamos
a describir un claro ejemplo de esto que estamos comentando. Testigo de ello es
la Historia.
¿Desde
cuándo crees, que la humanidad sabe que la Tierra es redonda?
No
sé si tú, el lector de estas páginas sabrías responder con más o menos exactitud.
Quizá seas un gran conocedor de la respuesta a esta pregunta, o tal vez seas
una persona normal de la gran mayoría de gentes en todo nuestro mundo, que
tienen los conocimientos correspondientes como para responder que seguramente la
redondez de la Tierra, se conoce desde hace tan solo unos trescientos o
cuatrocientos años.
Un
escrito descubierto hace ya mucho tiempo en la India, nada menos que del siglo
XX antes de Cristo, perfectamente comprobable, llamado Surya Siddhanta, incluye
un poema que se llama “Circundando la Tierra” y en el que
se da ya por hecho, la redondez de nuestro planeta. Es un sencillo escrito de
poemas y no tiene nada de escrito científico.
Otro
poema épico de Etana que se estima ser del siglo XXVII, recoge simplemente
tradiciones sumerias, la Morada Oculta egipcia del siglo XV a.C. y el Libro de
Enoch hebreo del siglo II, son escrituras que describen la redondez de la
Tierra, y la sitúan flotando en un espacio exterior.
Heráclito,
Zenón, Pitágoras, Eratóstenes —quien ya calculó asombrosamente aproximado el
radio de la Tierra en
el siglo III a.C.—, Heráclites, Filolao, Aristarco, Tales de Mileto, Ptolomeo, Apolonio
de Pérgamo, Hiparco, por poner algunos ejemplos, ya daban todos ellos por hecho
la redondez de la Tierra, varios siglos antes del nacimiento de Cristo.
Platón, Aristóteles, Eudoxo —quien
ya en el siglo VI a.C., diseñó un primer Sistema Solar, explicando los
movimientos de la Tierra, la Luna y los planetas, y ya descubriendo que la
Tierra, en su movimiento alrededor del Sol, no sólo tarda cada año 365 días,
sino 6 horas más—, Alejandro el Magno y Piteas, manejaban el concepto de la
redondez de la Tierra, como algo de uso corriente y sin necesidad de demostrar
ya nada, porque ya estaba ampliamente demostrado.
Todos los científicos de
acuerdo, fueron asumiendo como un hecho real e irrefutable desde antiguo, estos
conceptos de consecuentes conocimientos sobre nuestro planeta Tierra. Fueron
necesarios más de dos mil quinientos años, para definir, estudiar y desarrollar
teorías que fueron llevando a hechos demostrados. Pero en nada de tiempo, todo
esto fue perseguido y manipulado a partir del siglo V d.C.
El Imperio Romano no aportó
nada nuevo a la Ciencia y menos a la Astronomía, ampliamente estudiada por los
griegos y los egipcios. Pero hay que reconocer que los romanos, por su
capacidad práctica y utilización de una avanzada tecnología, además de sus
dotes para la organización político-económica, les hicieron acoger, resumir y utilizar
todo el conocimiento acumulado de los pueblos conocidos en Occidente, sobre
todo desde Grecia y Egipto, para emplearlos y difundirlos por todas partes en
toda su dimensión, tanto en su obra cotidiana como su expansión por todos los
lugares entonces conocidos.
Cuando los abundantes y
envidiosos bárbaros, tanto del exterior como del interior del Imperio Romano, lo
hicieron desaparecer, rondaban ya los años correspondientes al siglo V d.C., y
todos los conocimientos atesorados hasta entonces fueron de forma brusca
considerados como brujerías, conducido ello por el predominio cristiano que obsesionados
sin ninguna necesidad, por hacer prevalecer los fundamentos bíblicos, hicieron
palidecer hasta apagar, todas las luces del saber guardado y atesorado,
denominando como herejías y manifestaciones diabólicas, todo lo que no
estuviera incluido en el Antiguo Testamento y en seleccionados y convenientes Evangelios,
que fueron elegidos como los textos de máxima sabiduría, anulando y rechazando
todos los demás textos hasta entonces, como vulgares invenciones y engañosas
corruptelas.
Fueron cerrados y quemados la
Academia, el Liceo y todo rastro que pudiera acercar a Universidades y Lugares
del Saber, para destruir todos sus contenidos y perseguir, torturar y matar a
todos los profesores y máximos poseedores del conocimiento hasta esas fechas.
Porque todo el conocimiento
acumulado desde antiguo, los religiosos pensaron de súbito que desmerecía la
labor redentora de Cristo a nivel cósmico y además contradecía a todos los
profetas, todo ello sin ninguna necesidad y sin ninguna explicación lógica, como hemos visto a través del tiempo, por lo que quizá aquella gente sabría mucho de lo que fuera, pero nada de Ciencia y menos
aún de Astronomía, lo que les ha revestido en el tiempo, de una actitud torpe y pobre.
Y a partir del siglo V d.C.,
nos vino a la Humanidad la época oscura, violenta, tortuosa y vergonzante de la
Edad Media, sobre todo con respecto a lo que el saber y el conocimiento se
refieren, introduciendo el miedo y el terror, como argumentos para la fe.
Y nos vino ese repentino, absurdo
y atolondrado periodo de letargo, en el que el conocimiento de la Humanidad,
fue prohibido, desterrado y acomodado a las imposiciones irreflexivas de la
Iglesia, que gobernaba el mundo civilizado en todas sus facetas, a lo que se
unieron, como no cabía otra forma de esperar, los artistas de la manipulación, seres
acomodados con todo ello para convertir en ignorantes a los demás, para el
beneficio propio. Y consiguieron que todo el mundo civilizado volviese de nuevo
a ser ignorante, momificando los conocimientos anteriores.
Durante varios siglos, se
escribieron nuevos libros considerados como los textos impuestos e ineludibles
del nuevo saber humano. Así, Esteban de Bizancio escribe en los años 600 d.C.
su Diccionario Geográfico, lleno de supersticiones, malos augurios y errores, realmente
digno de mentes infantiles. Cosmas Indopieustes en los comienzos de los años
700 d.C., escribió nada menos que doce libros, llamados Topografía Cristiana
del Universo, en los que se vuelve a afirmar repetidamente que la Tierra es
plana. Teodosio y Justiniano, crean sus respectivos Códigos, en los que ponen
fuera de la ley todos los libros y maestros que promulgasen que la Tierra era
redonda.
En la Biblioteca de Turín,
todavía en la actualidad, se conserva el mapa de San Galo, dibujado ya en los
años 800 d.C., y donde se representa absurdamente nuestro planeta Tierra como
una masa plana, situada en el centro del Universo, lo que ya llevaba muchos
siglos considerado como hecho incierto.
El mismo Carlomagno, ya en el
siglo VIII, para su descrédito y seguramente dejándose engañar, mandó fabricar
tres mesas de plata. Una con el plano de Roma. Otra con el plano de la entonces
Constantinopla. Y la tercera con la representación de la Tierra en una forma de
disco plano.
Ya entrados en los años del
siglo XVI, tras más de mil años de engaños y ocultaciones, el concepto de
redondez de la Tierra volvió a ser admitido por la ciencia de entonces, sobre
todo cuando el desgraciado Magallanes inició la vuelta a nuestro planeta, desde
España hasta su descubrimiento de Filipinas, donde murió, y Juan Sebastián
Elcano, terminó la circunnavegación de la Tierra. Aunque por supuesto contando con
la continua y eterna oposición de la Iglesia, que aún, actualmente hoy en día,
todavía no han aceptado de manera oficial, la realidad física e histórica de
todos los hechos sucedidos y de todos los desgraciados errores cometidos.
Todavía no se ha aceptado de manera oficial, ni siquiera la redondez de la
Tierra y que nuestro planeta no es a claras luces, el centro del Universo.
Primero Copérnico y después Galileo,
ya llegados al siglo XVII, fueron perseguidos por la Iglesia en sus
afirmaciones y demostraciones, sobre la redondez y desplazamiento de la Tierra
y pasar a ser debidamente considerada por la Ciencia, de nuevo, como un
elemento más y por cierto ínfimamente pequeño, dentro del Universo.
Los humanos, ciudadanos de
todos los países de nuestro planeta, algo tendremos que hacer de una vez por
todas, para frenar tantos desmanes de los manipuladores de nuestra existencia y
de nuestra historia, mientras ellos, exclusivamente a nuestra costa, viven muy
bien, demasiado bien, para el escaso esfuerzo que hacen por los demás.
Desgraciadamente, el binomio religión-negocio, es ya de sobra conocido.
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