IRIS
Alfonso Sánchez Ortega
¿Desde
cuándo crees, que la humanidad sabe que la Tierra es redonda?
No
sé si tú, el lector de estas páginas sabrías responder con más o menos exactitud.
Quizá seas un gran conocedor de la respuesta a esta pregunta, o tal vez seas
una persona normal de la gran mayoría de gentes en todo nuestro mundo, que
tienen los conocimientos correspondientes como para responder que seguramente la
redondez de la Tierra, se conoce desde hace tan solo unos trescientos o
cuatrocientos años.
Un
escrito descubierto hace ya mucho tiempo en la India, nada menos que del siglo
XX antes de Cristo, perfectamente comprobable, llamado Surya Siddhanta, incluye
un poema que se llama “Circundando la Tierra” y en el que
se da ya por hecho, la redondez de nuestro planeta. Es un sencillo escrito de
poemas y no tiene nada de escrito científico.
Otro
poema épico de Etana que se estima ser del siglo XXVII, recoge simplemente
tradiciones sumerias, la Morada Oculta egipcia del siglo XV a.C. y el Libro de
Enoch hebreo del siglo II, son escrituras que describen la redondez de la
Tierra, y la sitúan flotando en un espacio exterior.
Heráclito,
Zenón, Pitágoras, Eratóstenes —quien ya calculó asombrosamente aproximado el
radio de la Tierra en
el siglo III a.C.—, Heráclites, Filolao, Aristarco, Tales de Mileto, Ptolomeo, Apolonio
de Pérgamo, Hiparco, por poner algunos ejemplos, ya daban todos ellos por hecho
la redondez de la Tierra, varios siglos antes del nacimiento de Cristo.
Platón, Aristóteles, Eudoxo —quien
ya en el siglo VI a.C., diseñó un primer Sistema Solar, explicando los
movimientos de la Tierra, la Luna y los planetas, y ya descubriendo que la
Tierra, en su movimiento alrededor del Sol, no sólo tarda cada año 365 días,
sino 6 horas más—, Alejandro el Magno y Piteas, manejaban el concepto de la
redondez de la Tierra, como algo de uso corriente y sin necesidad de demostrar
ya nada, porque ya estaba ampliamente demostrado.
Todos los científicos de acuerdo,
fueron asumiendo como un hecho real e irrefutable desde antiguo, estos
conceptos de consecuentes conocimientos sobre nuestro planeta Tierra. Fueron
necesarios más de dos mil quinientos años, para definir, estudiar y desarrollar
teorías que fueron llevando a hechos demostrados. Pero en nada de tiempo, todo
esto fue perseguido y manipulado a partir del siglo V d.C.
El Imperio Romano no aportó
nada nuevo a la Ciencia y menos a la Astronomía, ampliamente estudiada por los
griegos y los egipcios. Pero hay que reconocer que los romanos, por su
capacidad práctica y utilización de una avanzada tecnología, además de sus
dotes para la organización político-económica, les hicieron acoger, resumir y utilizar
todo el conocimiento acumulado de los pueblos conocidos en Occidente, sobre
todo desde Grecia y Egipto, para emplearlos y difundirlos por todas partes en
toda su dimensión, tanto en su obra cotidiana como su expansión por todos los
lugares entonces conocidos.
Cuando los abundantes y
envidiosos bárbaros, tanto del exterior como del interior del Imperio Romano, lo
hicieron desaparecer, rondaban ya los años correspondientes al siglo V d.C., y
todos los conocimientos atesorados hasta entonces fueron de forma brusca
considerados como brujerías, conducido ello por el predominio cristiano que obsesionados
sin ninguna necesidad, por hacer prevalecer los fundamentos bíblicos, hicieron
palidecer hasta apagar, todas las luces del saber guardado y atesorado,
denominando como herejías y manifestaciones diabólicas, todo lo que no
estuviera incluido en el Antiguo Testamento y en seleccionados y convenientes Evangelios,
que fueron elegidos como los textos de máxima sabiduría, anulando y rechazando
todos los demás textos hasta entonces, como vulgares invenciones y engañosas
corruptelas.
Fueron cerrados y quemados la
Academia, el Liceo y todo rastro que pudiera acercar a Universidades y Lugares
del Saber, para destruir todos sus contenidos y perseguir, torturar y matar a
todos los profesores y máximos poseedores del conocimiento hasta esas fechas.
Porque todo el conocimiento
acumulado desde antiguo, los religiosos pensaron de súbito que desmerecía la
labor redentora de Cristo a nivel cósmico y además contradecía a todos los
profetas, todo ello sin ninguna necesidad y sin ninguna explicación lógica,
como hemos visto a través del tiempo, por lo que quizá aquella gente sabría
mucho de lo que fuera, pero nada de Ciencia y menos aún de Astronomía, lo que
les ha revestido en el tiempo, de una actitud torpe y pobre.
A partir del siglo V d.C., nos
vino a la Humanidad la época oscura, violenta, tortuosa y vergonzante de la
Edad Media, sobre todo con respecto a lo que el saber y el conocimiento se
refieren, introduciéndose la ignorancia, el miedo y el terror, como argumentos
para la fe.
Nos vino ese repentino, absurdo
y atolondrado periodo de letargo, en el que el conocimiento de la Humanidad,
fue prohibido, desterrado y acomodado a las imposiciones irreflexivas de la
Iglesia, que gobernaba el mundo civilizado en todas sus facetas, a lo que se
unieron, como no cabía otra forma de esperar, los artistas de la manipulación, seres
acomodados con todo ello para convertir en ignorantes a los demás, para el
beneficio propio. Y consiguieron que todo el mundo civilizado volviese de nuevo
a ser ignorante, momificando los conocimientos anteriores.
Durante varios siglos, se
escribieron nuevos libros considerados como los textos impuestos e ineludibles
del nuevo saber humano. Así, Esteban de Bizancio escribe en los años 600 d.C.
su Diccionario Geográfico, lleno de supersticiones, malos augurios y errores, realmente
digno de mentes infantiles. Cosmas Indopieustes en los comienzos de los años
700 d.C., escribió nada menos que doce libros, llamados Topografía Cristiana
del Universo, en los que se vuelve a afirmar repetidamente que la Tierra es
plana. Teodosio y Justiniano, crean sus respectivos Códigos, en los que ponen
fuera de la ley todos los libros y maestros que promulgasen que la Tierra era
redonda.
En la Biblioteca de Turín,
todavía en la actualidad, se conserva el mapa de San Galo, dibujado ya en los
años 800 d.C., y donde se representa absurdamente nuestro planeta Tierra como
una masa plana, situada en el centro del Universo, lo que ya llevaba muchos
siglos demostrado como una consideración absolutamente errónea.
El mismo Carlomagno, ya en el
siglo VIII, para su descrédito y seguramente dejándose engañar, mandó fabricar
tres mesas de plata. Una con el plano de Roma. Otra con el plano de la entonces
Constantinopla. Y la tercera con la representación de la Tierra en una forma de
disco plano.
Ya entrados en los años del
siglo XVI, tras más de mil años de engaños y ocultaciones, el concepto de
redondez de la Tierra volvió a ser admitido por la ciencia de entonces, sobre
todo cuando el desgraciado Magallanes inició la vuelta a nuestro planeta, desde
España hasta su descubrimiento de Filipinas, donde murió, y Juan Sebastián
Elcano, terminó la circunnavegación de la Tierra. Aunque por supuesto contando con
la continua y eterna oposición de la Iglesia, que aún, actualmente hoy en día,
todavía no han aceptado de manera oficial, la realidad física e histórica de
todos los hechos sucedidos y de todos los desgraciados errores cometidos.
Todavía no se ha aceptado de manera oficial, ni siquiera la redondez de la
Tierra y que nuestro planeta no es a claras luces, el centro del Universo.
Primero Copérnico y después Galileo,
ya llegados al siglo XVII, fueron perseguidos por la Iglesia en sus
afirmaciones y demostraciones, sobre la redondez y desplazamiento de la Tierra
y pasar a ser debidamente considerada por la Ciencia, de nuevo, como un
elemento más y por cierto ínfimamente pequeño, dentro del Universo.
Realmente esta etapa de
oscuridad del conocimiento llegó hasta finales del siglo XVII, época en que
apareció La Ilustración, para poco a poco ir desempolvando y restaurando los
conocimientos obligatoriamente guardados y escondidos.
Los humanos, ciudadanos de
todos los países de nuestro planeta, algo tendremos que hacer de una vez por
todas, para frenar tantos desmanes de los manipuladores de nuestra existencia y
de nuestra historia, mientras ellos, exclusivamente a nuestra costa, viven muy
bien, demasiado bien, para el escaso esfuerzo que hacen por los demás.
Desgraciadamente, el binomio religión-negocio, es ya de sobra conocido.
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