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miércoles, 18 de julio de 2012


Un lugar muy peculiar
Alfonso Sánchez Ortega


Ramón estas cosas no las ve. El hombre está sumido en la inquietud de que todos los clientes estén satisfechos con el trabajo entregado y seguirle dando vueltas a la manivela de encontrar otros negocios diferentes. O al menos eso nos ha contado siempre. Pero en su empeño, nunca encontró nada nuevo. Los milagros no se repiten y en esta empresa, ya se había producido uno, del que todos vivíamos apenas sin merecerlo.
No era Ramón. Era Agapito. Él tendría que haber sido el operativo. Pero no lo conseguía. No lo había aprendido y no lo había visto en nadie para poderlo copiar. Con su continuo no saber qué hacer más que tocar las narices a los demás, seguramente para que se notase su existencia. No por ninguna otra cosa, sino porque no había nada más por detrás.
Según Santiago se veía ya en suelo, distraído con los recuerdos agolpados del pasado, que veloces y sin ninguna pausa se deslizaban uno tras otro ante sus ojos perdidos, lo mismo que de vez en cuando le sucedía, cuando dejaba la vista levantada hacia el techo y dejaba correr la imaginación, que siempre se le iba hacia atrás y nunca hacia adelante, sin poder al principio, comprender bien el por qué. Aunque en aquel preciso momento, algo nuevo sucedía, oía gritos y carreras de varios compañeros inclinados a su alrededor, llamándole por su nombre.
¿Santi, Santi, estás bien…? ¡Santiago…!
Ahora se veía despertar, después de vete a saber cuánto tiempo de haber estado inconsciente o quizá distraído por ahí, como a él le gustaba decir. De regreso sin ninguna duda de un nuevo ataque sin aviso y presumiblemente que de nuevo, fue el corazón lo que le falló. Nunca había tenido ningún problema al respecto, y ahora en tan poco tiempo, dos veces por falta de una. El sueño borra el tiempo y Santiago no tenía ni idea de cuánto tiempo había estado dormido, fuera de la realidad. La otra vez sucedió algo parecido. Ya tenía alguna experiencia sobre aquél despertar. Por lo menos ha salido adelante. Ahora faltaba que todas las funciones se restablezcan poco a poco. Todos son distintos pasos de todo el proceso completo. Un infarto superado es así. Se lo explicaron muy bien la otra vez. El proceso de entrada en el infarto es repentino y rápido, pero la parte de la salida, tiene sus dificultades y es mucho más lento. Ya lo conocía todo aquello perfectamente. Al abrir los ojos de nuevo, había ya comenzado el proceso de salida. O de retorno como él lo prefería llamar.
Es algo muy curioso, pero sus emociones ahora mismo, tal y como puede ya perfectamente recordar, están muy poco alteradas, tan poco, que le parecía apreciar claramente en este momento, el cabreo que sentía con aquella actitud machacona, indulgente, de ojos y oídos cerrados de Fulgencio. «Ese hombre es un “sin razón”, un peligro para todos, y un desastre para la empresa». Santiago pensaba libremente en sus adentros… que bien engañaba a Ramón, bien. Y todo porque Ramón decía que como Fulgencio, nunca había oído a nadie interpretar la información económica como información realmente financiera. Como si eso fuese algo tan extraño y tan espectacular, una vez conocido cualquier mediocre financiero.

1 comentario:

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