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lunes, 9 de julio de 2012



¿Te apetece leer un libro mío?
—Pues sí hombre... si me envías un capítulo, te prometo que te daré mi opinión.
—¿Un capítulo? ¿Qué capítulo? ¿Uno de risa? ¿Uno de tristeza? ¿Uno de soledad? ¿Uno de ira? ¿De sufrimiento? ¿Sobre las vivencias en la Universidad? ¿Sobre la enfermedad? ¿Sobre el hambre? ¿Sobre las ganas de vivir? ¿Sobre las preciosas situaciones que puede ofrecer la vida?¿Sobre torturas? ¿Sobre los efectos de la muerte? Son tantas las emociones descritas en IRIS... Un capítulo solamente puede servir para ver algo sobre el estilo, aunque la narración sobre los raíles de una emoción, puede ser diferente, en dependencia del ánimo que esa emoción conlleva. Una obra con más de 232.000 palabras, no es fácil resumirlo ni imaginarlo en un sólo capítulo. Sobre todo porque esta obra, al final, es una biografía, aunque llenas de emociones unas engarzadas con otras, con el hilo interior que los cambios bruscos que la suerte produce (positiva y negativa) con la vida del protagonista y también con todas las personas de su alrededor. El compendio de toda la obra, da una especial riqueza a la vida narrada por el propio protagonista. Muy especial. Tanto, que una vez leído el libro, todos mis conocidos vienen a mí, llenos de zozobra, para preguntarme con cierto agobio y a hurtadillas, en una conversación exclusivamente entre dos, todo lo necesario para averiguar si todo es cierto o qué situaciones lo son. Al final de la lectura, esta obra puede cambiarte la forma de ver la vida, porque el esplendor que se abre ante el lector a partir de cierto momento, junto con la propia sencillez descrita, sobre los sucesos que pueden ocurrirnos a cualquiera, como una parte muy importante de un todo, puede llevarnos a comprender quiénes de verdad somos, de dónde venimos y adónde vamos, lo que mucha gente, demasiada para mi modo de ver, creen ser ombligos de un cosmos, en lugar de un simple granito de arena, un precioso y grandioso granito de polvo de estrellas. Esto es IRIS, el camino de vida que traza, global, completo, sobre el que estoy inmerso escribiendo su segunda parte y que sin ninguna duda, me dará de sí, para al menos una tercera, que ya tiene esbozos de algunas escenas. Este es el estilo de la narración. Perdóname que sea tan atrevido. Pero éste es. Es un estilo narrativo sencillo y directo, comprensible para cualquier lector a partir de los 12 años de edad, por algunas escenas descritas, que por su realismo y certeza, pueden herir alguna susceptibilidad a los muy niños. Y a su vez este estilo es habitual, cotidiano y simple como la vida misma, aunque esté narrando los sucesos de una maravillosa estancia en el mundo de un ser vivo con palabras tan sencillas, afables y espontáneas, que nos producirá llegar a sentir ternura del protagonista, que en verdad, podríamos ser cualquiera de nosotros, pero que desgraciadamente, esto, a él, no le podrá servir de nada.


IRIS
Alfonso Sánchez Ortega  

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