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lunes, 16 de julio de 2012



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ME VENDRÍA MUY BIEN RECIBIR VUESTRAS OPINIONES PARA MIS SIGUIENTES ESCRITOS.


MUY AGRADECIDO POR VUESTRA ATENCIÓN.


Alfonso Sánchez Ortega


IRIS
Alfonso Sánchez Ortega


Aprendí desde muy pequeño a calcular la distancia hasta nosotros, desde donde se produce la descarga de la electricidad atmosférica en una tormenta. Al moverse el aire por las diferencias de presiones, la terrible descarga eléctrica da como resultado el relámpago y el trueno. Los relámpagos, son explosiones con descargas de plasma y pueden llegar a tener una temperatura de 28.000oC, muy superior a la temperatura de las erupciones en nuestro Sol.
El plasma es el cuarto estado de agregación de la materia y es el estado de agregación más abundante en la naturaleza. Debemos aclarar que los estados de agregación son aquellos posibles estados distintos en que cualquier sustancia o materia, puede adquirir características y representaciones físicas diferentes, al ser variadas sus condiciones físicas de temperatura y presión. Los otros tres estados más habitualmente aprendidos son: sólido, líquido y gas.
Así, la mayor parte de la materia en el Universo visible y por supuesto también se estima igual en el lejano, se encuentra en estado de plasma, que es un estado fluido similar al estado gaseoso, pero en el que una determinada cantidad de sus partículas en suspensión están ionizadas o cargadas eléctricamente y no poseen el necesario equilibrio electromagnético, por lo que son inestables y por ello, surge la explosión en las tormentas una vez creado el necesario caldo de cultivo.
El relámpago se ve de inmediato, pero el trueno tarda un poco más en llegar  a nuestros oídos. La velocidad de la luz es de 300.000 kilómetros cada segundo, se dice pronto, y por ello la visión del relámpago nos llega de manera instantánea. La velocidad del sonido en el aire son 340 metros cada segundo o 1.200 kilómetros por hora, nada que ver con la velocidad de la luz. El trueno por lo tanto es mucho más lento. Cuando hemos visto un relámpago, debemos contar los segundos hasta que llega a nosotros el trueno. Esos segundos se multiplican por 340 y nos salen los metros de altura, o la distancia a que está de nosotros, esa nube del nublado que propició la descarga eléctrica entre la atmósfera y la tierra. Con esas cuentas tan simples, las tormentas se me han hecho mucho más distraídas y me han dado siempre mucho menos miedo, porque al menos en lo elemental he comprendido lo que sucede.

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