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Alfonso Sánchez Ortega
IRIS
Alfonso Sánchez Ortega
Aprendí desde muy pequeño a
calcular la distancia hasta nosotros, desde donde se produce la descarga de la
electricidad atmosférica en una tormenta. Al moverse el aire por las
diferencias de presiones, la terrible descarga eléctrica da como resultado el
relámpago y el trueno. Los relámpagos, son explosiones con descargas de plasma
y pueden llegar a tener una temperatura de 28.000oC, muy superior a
la temperatura de las erupciones en nuestro Sol.
El plasma es el cuarto estado
de agregación de la materia y es el estado de agregación más abundante en la
naturaleza. Debemos aclarar que los estados de agregación son aquellos posibles
estados distintos en que cualquier sustancia o materia, puede adquirir
características y representaciones físicas diferentes, al ser variadas sus
condiciones físicas de temperatura y presión. Los otros tres estados más
habitualmente aprendidos son: sólido, líquido y gas.
Así, la mayor parte de la
materia en el Universo visible y por supuesto también se estima igual en el
lejano, se encuentra en estado de plasma, que es un estado fluido similar al
estado gaseoso, pero en el que una determinada cantidad de sus partículas en
suspensión están ionizadas o cargadas eléctricamente y no poseen el necesario
equilibrio electromagnético, por lo que son inestables y por ello, surge la
explosión en las tormentas una vez creado el necesario caldo de cultivo.
El relámpago se ve de
inmediato, pero el trueno tarda un poco más en llegar a nuestros oídos. La velocidad de la luz es
de 300.000 kilómetros cada segundo, se dice pronto, y por ello la visión del
relámpago nos llega de manera instantánea. La velocidad del sonido en el aire
son 340 metros cada segundo o 1.200 kilómetros por hora, nada que ver con la
velocidad de la luz. El trueno por lo tanto es mucho más lento. Cuando hemos
visto un relámpago, debemos contar los segundos hasta que llega a nosotros el
trueno. Esos segundos se multiplican por 340 y nos salen los metros de altura,
o la distancia a que está de nosotros, esa nube del nublado que propició la
descarga eléctrica entre la atmósfera y la tierra. Con esas cuentas tan
simples, las tormentas se me han hecho mucho más distraídas y me han dado
siempre mucho menos miedo, porque al menos en lo elemental he comprendido lo
que sucede.
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